segunda parte, La niña hiperactiva.

La tarde se hizo presente casi sin que se dieran cuenta. Los chicos pareciera como si vivieran en un mundo aparte. El terreno era muy amplio, sobre el costado derecho de la casa había arboles caídos de alguna vieja lluvia. Los chicos subían y bajaban como toboganes por ellos.
A la mañana siguiente los despertó el olor a tostadas y queso de cabra. Olga la madre de los niñas salio por la gran puerta vidriada que daba a la galería. No había más lugar en los pulmones, para tomar el aire fresco de Cañuelas. Los pájaros parecían que dieran la bienvenida. En su interior una mezcla de felicidad y desconcierto la invadan. Que mágica ilusión habían envuelto a Clarisa?. Solo el correr de los días lo develarían.
Ese día fue intenso, jugaron a la taba, cabalgaron he incluso les quedo tiempo para ir a las carreras. Terminaron rendidos con un asado con cuero que era para chuparse los dedos. Temprano fueron acostarse ya que al día siguiente se presentaba una fiesta gaucha, prometía ser una gran fiesta. Clarisa era realmente otra niña.
Al concluir la semana, prepararon todo para irse a Capital Federal, Olga dio un gran abrazo a su cuñada Marta. Le agradeció por sus bendiciones a sus niñas que parecían que habían traído paz, principalmente a su pequeña Clarisa.

La primera mañana preparados todos para sus vidas rutinarias, partieron a sus tareas. Por la tarde, para sorpresa de Olga, era como si el tiempo hubiera retrocedido. Una gran sentimiento de tristeza invadió su cuerpo. Era hora de tomar el toro por las astas. Comenzaron a buscar todos los especialista que estuvieran disponible. Y así fueron visitando uno a uno sin respuestas, pediatras, psicólogos, psiquiatras, neurólogos. Y demás medicinas alternativas. Desahuceados los padres de no tener respuestas, decidieron hacer una visita nuevamente a  Cañuelas. Como el primer día Clarisa era una niña tranquila. Lo que si no esperaban, era lo que estaban a punto develar... Continua, Noelia.

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